Según indica el Inventario Nacional de Bifenilos Policlorados (PCB), los policlorobifenilos (PCB) o bifenilos policlorados son productos químicos sintéticos resistentes al fuego, estables, no conducen electricidad y tienen baja volatilidad en condiciones normales. Estos comenzaron a utilizarse en 1929, pero su masificación se produjo entre los años 1950 y 1983.
El documento aclara que los PCBs son parte de un grupo más grande de químicos conocidos como agentes Contaminantes Orgánicos Persistentes (COPs), que son productos que logran permanecer de forma intacta en el medioambiente durante largos períodos. De esta manera, consiguen circular a nivel global y se extienden en áreas geográficas enormes, esparciendo su toxicidad.
A raíz de ello, durante 2001 se trabajó en un pacto a nivel global con el objetivo de “proteger la salud humana y el ambiente de los COPs”, conocido internacionalmente como Convención de Estocolmo, el que, años más tarde, se convirtió en ley el 17 de mayo de 2004 y fue promulgada en casi 90 países.
Chile no fue la excepción, y el 20 de abril de 2005, a través del Decreto 38, anunció el Convenio de Estocolmo sobre Contaminantes Orgánicos Persistentes y sus anexos, el que, entre otras cosas, reconoce que estos tienen propiedades tóxicas, son resistentes a la degradación, se bioacumulan y se transportan por distintas vías, acumulándose en ecosistemas terrestres y acuáticos, por lo que se les debe identificar, etiquetar y retirar del mercado a más tardar en 2025, y eliminarse definitivamente en 2028.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), estiman que a nivel local se han logrado avances relativos a “proteger el medio ambiente de los efectos dañinos de ciertas sustancias químicas y en lo concerniente a la aplicación”. Sin embargo, aseguran que es preciso “redoblar” los esfuerzos y adoptar un enfoque más sistemático para su control.
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