Caminamos ahí, nos alimentamos de ahí, plantamos ahí, vivimos y morimos ahí. No tan solo nosotros, sino la vida vegetal y animal se sustenta en el suelo, y que además de proporcionar los nutrientes, agua y minerales para su desarrollo, es reservorio de carbono, cumpliendo un rol fundamental en las iniciativas de descarbonización y ayudando a la mitigación del cambio climático.
Tal vez lo damos por sentado o pensamos que podemos extraer recursos sin fin, pero no es así. El suelo es un recurso finito, al igual que los minerales o combustibles que encontramos en él. Este alberga el 25% de la biodiversidad del planeta y cada vez se va degradando y perdiendo más. Según datos de la ONU, cada año desaparecen más de 24.000 millones de toneladas de suelo fértil y, además, la escasez de agua afecta a más del 40% de la población mundial, esperándose que este porcentaje siga aumentando.
En el contexto nacional, de acuerdo a datos de CONAF, recopilados del Reporte Nacional de Degradación de Tierras (2020), 23% de hectáreas a nivel nacional se encuentran con riesgo de desertificación “alto” y “muy alto”. El panorama respecto a la sequía tampoco es optimista, considerando la baja de precipitaciones en la zona central, donde reside un 70% de la población. El déficit de lluvias acumulado entre Coquimbo y el Maule supera el 60% de acuerdo a la Dirección Meteorológica (DMC).
Esto implica que el camino hacia la rehabilitación y regeneración de los suelos se hace cada vez más lejano y que la degradación se impone a un ritmo casi imparable. Incluso, “algunos expertos afirman que el número de años de cobertura del suelo restante en el planeta es comparable a las estimaciones de reservas de petróleo y gas natural” (FAO.ORG).
A nivel local, se está avanzando en iniciativas como el anteproyecto de la norma primaria de calidad ambiental para suelos de Chile, que actualmente está en proceso de consulta pública, sin embargo, el uso y gestión del suelo puede trabajarse desde ahora. La gestión sostenible de esta matriz cuesta menos que la rehabilitación o la restauración de las funciones de la misma, entonces ¿vamos a seguir esperando?
Es necesario que pasemos a la acción y no postergar el cuidado de este recurso agotable que nos nutre día a día, tanto a nosotros como a los demás seres vivos. El llamado es no tan solo a recordar su importancia en esta efeméride ambiental, sino que posicionar el tema en el corto plazo para establecer planes y acciones concretas que nos permitan mejorar las cifras de desertificación y sequía en el mundo.
Marisol Garrido,
Directora de Operaciones de Séché Group Chile.